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viernes, abril 11, 2014

Libros / España: «Sala de espera» de José Luis Sampedro

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José Luis Sampedro, en Mijas, en 2009. (Foto: DanielMordzinski)

C iudad Juárez, Chihuahua. 9 de abril de 2014. (RanchoNEWS).- José Luis Sampedro murió hace un año en su casa de Madrid. Lo hizo de madrugada, después de tomarse un Campari y quedarse dormido. La noticia no se conoció hasta el día siguiente, 9 de abril, por deseo expreso del autor. Quería morir «de forma sencilla y sin publicidad». Cuando las elegías inundaron la prensa, el humanista ya había sido incinerado. «Los que lo conocen saben que Sampedro había coqueteado mucho con la muerte», dice su viuda, Olga Lucas. Pero él presumía de que, a pesar de su edad, su mente seguía siendo un certero faro en la costa. «Sampedro nunca dejó de pensar. La gente le preguntaba: '¿Estás escribiendo, José Luis?'. Y él decía: 'Qué voy a hacer, si no sirvo para otra cosa'». Una nota de E. Vasconcelos para El Mundo:

El académico llevaba un tiempo peleándose con una obra que no lograba concretar. «Tenía mucho empeño en hacer otro libro, pero creo que no lo habría acabado aunque hubiera vivido», explica la que fue su compañera durante 16 años. Quería hablar sobre los valores de la civilización occidental, pero cada noticia que veía le hacía replantearse lo escrito: «Lo cambiaba continuamente, lo reconsideraba todo porque nunca fue un sectario».

Se marchó a los 96 años y dejó todo lleno de notas: los bolsillos de su ropa, los cajones. También tres capítulos «lo suficientemente elaborados» como para constituir el núcleo del libro póstumo Sala de espera (Plaza & Janés). Los escritos 'Sala de espera', 'La especie humana' y 'Palabra' no ocupan más de 30 páginas, pero muestran a un Sampedro «lúcido y radical», señala David Trías, editor del volumen.

En este apartado, el escritor reflexiona sobre la antesala de la muerte, la degradación moral de nuestros días («para construir sobre ruinas es preciso empezar retirando los escombros que impiden iniciar la obra») y el sentido profundo del lenguaje («la palabra debe ser recibida con criterio crítico, pues puede ser un bálsamo o un veneno»). El propio Sampedro, Premio Nacional de las Letras en 2011, plasma en sus anotaciones las vacilaciones que señalaba su viuda: «Escribo con mejor ánimo. Sabiendo que me equivocaré todavía más de una vez y que también asomarán mis ignorancias, pero con la ilusión de aportar algo a la operación del desescombro».

Una biografía conjunta

La primera parte del libro, 'Los Ríos', está formada por dos relatos en los que el humanista y Olga Lucas narran los 10 primeros años de sus vidas. Un día, el autor propuso a su pareja escribir una autobiografía compuesta. Redactarían sus historias por separado hasta que las dos confluyesen en el Balneario de Alhama de Aragón, donde se conocieron en 1997. La unión de sus cauces daría lugar a un tercer río al que Sampedro denominó con humor 'MUSA: Minusválidos Unidos Sociedad Apañada'. Por razones de salud y trabajo, el proyecto quedó inconcluso.

La parte final del libro es un pequeño dossier con fotografías, temblorosos esquemas escritos a mano y una reproducción de la revista literaria UNO, de la que Sampedro sólo publicó un número en 1935. El volumen es más una manta de retales que cualquier otra cosa. «Lo importante es que su obra siga difundiéndose ahora que estamos tan huérfanos de él y de otros referentes», apunta su viuda. La voz del escritor, que fue catedrático de Estructura Económica y alumbró novelas y ensayos como La sonrisa etrusca, Octubre, octubre y Economía humanista, encontró su gran eco entre los jóvenes en 2011.

«No fue el gurú del 15-M, como muchos se empeñan en decir», subraya Olga Lucas. Los periodistas se presentaban en su casa porque meses atrás había escrito el prólogo de la edición española de Indignaos (el alegato contra la indiferencia firmado por Stéphane Hessel) y era uno de los autores de Reacciona (un llamamiento a la acción frente a la crisis económica, política y social). «Les decíamos que el 15-M estaba en la Puerta del Sol, no en Cea Bermúdez», recuerda. «Apoyó el movimiento aprovechando un altavoz que otros no tenían, pero sin hurtarle jamás su protagonismo».



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